ORÍGENES E HISTORIA DE FUENTE LA LANCHA

  Aunque existan antiguos testimonios de asentamientos humanos en el término municipal (asentamientos que, tras las comprobaciones pertinentes, se han fechado en épocas prehistórica y romana), es preciso situarnos en los años finales de la Edad Media para certificar los orígenes de la actual población.

  La primera cita histórica referida al lugar, se halla en un documento de 7 de agosto de 1481, año en el que Doña Elvira de Zúñiga, Señora del Condado de Belalcázar, regula la venta del trigo y de la cebada procedentes de la cobranza del diezmo de estas especies y encomienda su ejecución a “los alcaldes y alguacil y regidores y procuradores y hombres buenos de mis villas de Belalcázar y la Finojosa y la Lancha”.

  El pueblo comenzó siendo el cortijo de retiro de los descendientes del Conde de Belalcazar y de Alfonso de Sotomayor. Se cree que a finales del siglo XVI se terminó de construir la ermita el cortijo. Esta ermita parece que fue construida en la época de transición  entre el románico y el gótico y de ella podemos destacar su fachada principal, tallada en piedra de granito. Referente al cortijo, diremos que está ubicado a unos 50 metros de la iglesia y, al igual que ésta, fue levantado con piedras de la zona, destacando su pórtico posterior, con columnas de granito. A esta casa se la llamó, a través de los tiempos, “La casa Grande”. Actualmente se ha dividido en cuatro casas que se han modernizado olvidándose de las riquezas arquitectónicas e históricas que poseía el edificio original, borrando de este modo todo el aliento de antigüedad que la vieja casona concedía al lugar donde se enclavaba.

  El origen de Fuente la Lancha parece arrancar de la fuerte expansión demográfica  experimentaba en la comarca del Pedroche, a partir del primer tercio del siglo XV, cuando los agricultores del cortijo comenzaron a poblarse de agricultores venidos desde Hinojosa y Villanueva del Duque, hasta formar el núcleo de Fuente la Lancha. El municipio perteneció a Belalcázar como anejo de Hinojosa del Duque, hasta el siglo XVII en que se hizo villa, y en 1820 se independizó para constituir su Ayuntamiento propio. Fuente la Lancha perteneció en el aspecto religioso al Obispado de Córdoba y, sin embargo, en el origen civil pertenecía a Extremadura, hasta que ya en el año 1883 el municipio fue agregado a la provincia de Córdoba, y tres años después se integró definitivamente, en todos los ordenes, a esta provincia.

JUAN PALOMO: MITO Y LEYENDA

  No todos los pueblos pueden presumir de poseer una hermosa leyenda o historia misteriosa que se palpa en el ambiente de sus calles y entre sus casas. No todos los pueblos tienen el don inmenso y singular de llevar grabado en su memoria popular la imagen de un romántico y altruista bandolero: Juan Palomo, que, según cuenta la voz del pueblo tuvo su cuartel general dentro de Fuente la Lancha y -siempre según la leyenda- desde allí dirigía sus hazañas y escaramuzas con la justicia.
Corría el siglo XIX y la entrada de Napoleón en España levantó a muchos patriotas que iniciaron una soberbia resistencia al descomunal y bárbaro ejército de Francia. En Andalucía, a diferencia de otras regiones de nuestro país, surgió la mítica figura del bandolero héroe romántico y legendario, cautivador, que casi siempre tenía un origen familiar humilde y pobre, y gozaba de un carácter altruista y valeroso. Esta castiza figura del bandolero, a caballo entre la historia y la leyenda popular, ha inspirado bellísimas páginas literarias y multitud de películas que sería imposible enumerar en breves líneas.

  Juan Palomo, según narración popular, fue gran amigo de José María el Tempranillo. Tenía como casa de operaciones y, a la vez, como estancia la “Casa Grande”: hermosísima casona ubicada en el corazón de Fuente la Lancha, a pocos metros de la parroquia de Santa Catalina. Esta casa, aunque en la actualidad se encuentra dividida y transformada, en otro tiempo gozó de una excepcional solera arquitectónica. Espesos muros y hondas estancias, arcos robustos, y una muy espaciosa cámara -llena de habitaciones- hacían de la Casa Grande un edificio hercúleo y atractivo.

  Son múltiples las leyendas que se ciernan en torno a la vieja y hermosa casona ya, desgraciadamente, desparecida, según los lugareños La Casa Grande posee hondas galerías, donde estaban las cuadras, que sirvieron a Juan Palomo para depositar las joyas y dineros robados a los franceses; por otra parte, las habitaciones que había en la cámara servían como cárceles a los ilustres personajes por los que Juan Palomo pedía sustanciosas recompensas. Otras muchas leyendas e historias, en torno a Juan Palomo y la Casa Grande, circulan de boca en boca por el lugar: una de ellas asegura que el pozo de la Casa Grande posee una inmensa galería que comunica con el río Guadamatilla -situado a escasos kilómetros del pueblo- en el paraje conocido como “Charcolino”, y, a través de ella, escapaba Juan Palomo cuando era sorprendido en su refugio.

  En los pueblos cercanos a Fuente la Lancha, la leyenda de Juan Palomo aún sigue suscitando gran interés entre las gentes que, normalmente, entienden la figura del apuesto y altruista bandolero como si estuviera a medio camino entre la realidad y la leyenda. Y quizá ese difícil equilibrio entre lo realista y lo legendario es lo que concede a la figura de Juan Palomo la inevitable y, a todas luces, categoría de mito.

  Por eso, cuando cualquier viajero se adentra en las silenciosas callejuelas, amorosamente soleadas, de Fuente la Lancha, respira un inefable perfume de leyenda y misterio, de hondísima mansedumbre, que le hace reflexionar sobre la jugosa historia que han de saber aquellas centenarias paredes, llenas de musgo y luz, que vigilan, como inmóviles sombras legendarias, desde cualquier rincón, desde cualquier humilde fachada. Y algo después, una vez, el viajero, ciertamente impresionado por la atmósfera que respira, va y pregunta por la historia del pueblo y alguien le cuenta la leyenda de Juan Palomo: él se da cuenta de que algo mágico flota en aquel ambiente, algo bello e inexplicable, infinitamente atractivo para él: el legendario aroma de un pueblo interesante y peculiar, Fuente la Lancha, que por tener no se privó de poseer en su historia particular la imagen cálida y romántica, literaria, misteriosa, del bandido Juan Palomo.

FUENTE LA LANCHA EN FECHAS

   Está situada al Norte de la provincia de Córdoba y entre los arroyos Guadamatilla que corre al Oeste y el Lanchar o Lanchas, que pasa al Este y se van a juntar a una legua al Norte de la villa para desaguar en el Zújar afluente este último del Guadiana.

   Su nombre parece venir de alguna fuente que se llamase de la Lancha, lo que se confirma la denominación del próximo arroyo Lanchar o Lanchas.

   Su existencia está constatada al menos desde la segunda mitad del siglo XV, con un origen relacionado, al igual que tantas otras poblaciones del Valle, con la expansión demográfica que experimenta la comarca desde el primer tercio del siglo XV.

   En la época califal y hasta la conquista de Córdoba, el territorio de Belalcázar, Gafiq, pertenecía a la cora o provincia de Fash el Bollut cuya capital era Bitraush (Pedroche).

1423.- Fernando III concede Belalcázar y su territorio al Concejo de Córdoba.
1243– El 24 de Julio fue dada a Córdoba junto con los castillos de Chillón, Santa Eufemia, Obejo; Mochuelos, Almodóvar y la Villa de Pedroche, en cuya jurisdicción permaneció hasta mitad del S. XV.
1272– Noticias de la parroquia de Gahete de Belalcázar, y después falta absoluta de noticias durante 33 años.
1444– El término de Hinojosa y Belalcázar estuvo sujeto a Córdoba hasta este año en que el rey Juan II las dio al maestro de Alcántara Don Gutiérrez de Sotomayor.
1520– Vecinos de Hinojosa y acaso también de Villanueva del Duque agrupan sus caseríos frente al paraje de una fuente: Fuente la Lancha.
1531– Los estados del Duque de Béjar se unen con el Condado de Belalcázar por la esposa del cuarto conde así como los apellidos Zúñiga y Sotomayor.
1601– Fuente la Lancha fue aldea de la Villa de Hinojosa hasta 1601, en que obtuvo el título de Villa que pagó al duque de Béjar como conde de Belalcázar.
1662– El sínodo de Córdoba celebrado en este año cuenta con representantes de la villa de La Lancha, ya con este título de Villa, dependiendo de Hinojosa.
1820– A petición de los vecinos se separó de Hinojosa desde cuya época tiene Ayuntamiento propio.
1833– Fuente la Lancha fue siempre del Obispado de Córdoba pero en lo civil pertenecía a Extremadura.
1836– Fuente la Lancha e Hinojosa se agregaron a la provincia de Córdoba en lo administrativo en 1836 definitivamente.
1840– Consta la población de cuatro calles, 69 casas, 74 vecinos y 268 habitantes. Tiene casa de Ayuntamiento, pósito y cárcel y entre todos los humildes edificios de la población sobresale una casa particular modernamente construida con mucha solidez y todas las comodidades de una casa de labor.

PERFIL HUMANO DE FUENTE LA LANCHA

  Para el viajero que, por vez primera, se adentra en Fuente la Lancha, a primera vista, nada más entrar, este pequeño pueblo de Los Pedroches le resulta entrañable y hospitalario. Las calles, recoletas y cálidas, silenciosas, tienen duende, emanan serenidad y mansedumbre, poesía y sosiego. Por otra parte, las gentes de Fuente la Lancha tienen un carácter sobrio y humilde, bondadoso y abierto, un modo de ser que armoniza, perfectamente, con la arquitectura y el perfil físico de la villa. Fuente la Lancha es uno de esos pueblos entrañables y acogedores, cálidos, uno de esos románticos lugares donde el tiempo parece detenido en la dulzura y en la sencillez, en la transparencia y el silencio; ningún visitante llegará a sentirse extraño en este lugar, en este pueblo tan luminoso y hondo, tan suave y poético.

  Las gentes de Fuente la Lancha tienen un modo de ser grave y sereno, bonachón y altruista, espléndido: es una raza de hombres y mujeres laboriosas, entregados al cultivo de su tierra, al cuidado de los animales y de los frutos. Son muy frecuentes los huertos, las vaquerías, los pequeños cercados donde se ondulan mansamente cebadas y trigos. El hombre de Fuente la Lancha es como su tierra, sobrio y hondo, fiel a sus costumbres, enamorado de su campo: la tierra natal para él es su ilusión, su modo de vivir. Su corazón es noble, y siempre está abierto a los demás.